Medios y fines…

Es difícil resistirse, a raíz de los desgraciados sucesos que han acaecido, a analizar la situación, opinar, analizar y dar soluciones. El terrorismo es una lacra que nis afecta a todos. Pero, públicamente, pienso que debo reservarme y dejarlo para los expertos que realmente saben del tema.

Intentaré dar unas pinceladas muy generales sobre la violencia y la educación.  Intentar  desde mi ámbito, aportar alguna idea útil.

No hace falta llegar a los extremos que vemos para darnos cuenta de la violencia, yo diría rabia, que está de forma más o menos latente en nuestra sociedad. Sólo hay que echar un vistazo a los comentarios de las diferentes redes sociales.

Parece que las ideologías, religiones o incluso trivialidades como equipos de fútbol, existen para justificar la expresión de esa rabia.

Muchas veces es así. Buscamos un ideal que encaje con nuestra personalidad y luego lo defendemos contra aquellos que se oponen. Así podemos descargar nuestra furia sobre otros, ahora nuestros enemigos, sin remordimiento alguno…

Así vemos a cristianos contra musulmanes,  antitaurinos contra taurinos, izquierdas contra derechas, etc.

Claro que la causa que defiendes puede ser muy justa… pero el fin nunca justifica los medios.

Y aquí es donde entra la educación.

EL FIN NO JUSTIFICA LOS MEDIOS.

¿Por qué razón?.

Es simple: El fin siempre es una utopía, un sueño, una ilusión. Los medios para lograrlo son la vida misma.

Los fines son discutibles, pues siempre estarán ligados a una visión filosófica que puede cambiar con la historia. Los medios son lo que vivimos y será lo que nos quede.

Los fines muchas veces no se logran y, si se logran, siempre es con matices. Los medios se viven (disfrutan o sufren) siempre.

Son los medios, de duración temporal mayor, los que configuran nuestro carácter.

Sin embargo nuestro sistema educativo (creo que la sociedad en general), está articulada en torno a los fines.

Se educa según objetivos y se valora que contenidos son los más importantes en la formación de una persona.

Pongo un ejemplo claro: Para educar para la paz, usamos la violencia (que si un cachete de vez en cuando, una amenaza, castigo…). Como el fin, la paz, es una utopía y los medios (la violencia) es lo que el niño ha vivido: ¿Se forma así personas pacíficas?.

Otro ejemplo: Pensamos que es importante para un niño ciertos contenidos (de ciencias por ejemplo)… Aplicamos un método conductista lleno de amenazas, premios y castigos (lo que llamamos exámenes). ¿Qué se quedará en el niño, los contenidos o el método?.

No es de extrañar que los conocimientos se olviden y hagamos «expertos» en aprobar exámenes.

La violencia está muy asumida en los métodos educativos.

Ahora de una forma más sutil. Manipulando, obligando, seleccionando, etiquetando, menospreciando, comparando… y esto es lo que nuestros niños aprenden de verdad.

Es muy difícil de detectar, pues lo sufrimos y hemos aprendido a normalizarlo.

Y la violencia genera rabia. Rabia de no poder ser tu mismo. De no ser valorado/a tal y como eres. De que te comparen con otros/as. De que tengas que esforzarte para encajar en un patrón. De no ser merecedor/a de amor sin condiciones…

Luego toda esa rabia contenida, que no podemos descargar sobre aquellas personas que queríamos tanto (y nos querían, pues al igual que nosotros, no lo hacían de forma consciente), buscamos descargarla sobre alguien que «se lo merezca».

Por supuesto, no quiero hacer demagogia… la mayoría de las personas no llegamos a matar por esto.

Los maestros tenemos el deber de pensar sobre este punto. No es tan importante lo que enseñemos sino el como lo hacemos.

Mi deseo es que contribuyamos, de alguna manera, al cambio social que ya se está produciendo. Aunque se tarde varias generaciones, pues es difícil acabar con el sesgo que nosotros mismos cargamos.

 

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